Vi la semana pasada en Barcelona la especial versión de Pep Tosar acerca de la vida del gran Lorca. La obra consiste en una serie de escenas, de la reinterpretación de algunos aspectos de la vida del artista y hubo una, en especial, que por el desacuerdo inicial que me provocó, me hizo reflexionar. El texto, extraído de una conferencia de Federico, hablaba del teatro, pero su significado podria extenderse al ámbito de cualquiera de las hoy, infinitas historias que circulan en nuestro contexto postdigital. Dice así:
“El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso. Un teatro sensible y bien orientado en todas sus ramas, desde la tragedia al vodevil, puede cambiar en pocos años la sensibilidad del pueblo; y un teatro destrozado. donde las pezuñas sustituyen a las alas, puede achabacanar y adormecer a una nación entera.
El teatro es una escuela de llanto y de risa y una tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equívocas y explicar con ejemplos vivos normas eternas del corazón y del sentimiento del hombre (…) Mientras que actores y autores estén en manos de empresas absolutamente comerciales, libres y sin control literario ni estatal de ninguna especie, empresas ayunas de todo criterio y sin garantía de ninguna clase, actores, autores y el teatro entero se hundirá cada día más, sin salvación posible. (…) El teatro se debe imponer al público y no el público al teatro. Para eso, autores y actores deben revestirse, a costa de sangre, de gran autoridad, porque el público de teatro es como los niños en las escuelas: adora al maestro grave y austero que exige y hace justicia, y llena de crueles agujas las sillas donde se sientan los maestros tímidos y adulones, que ni enseñan ni dejan enseñar.”
Lorca acertaba y sí, aquellos quienes cuentan la historia, dominan el mundo, sean historias ciertas o las múltiples manipuladas tan típicas de nuestros tiempos, que intentan idiotizar a la población. En su discurso hablaba del teatro de la Barraca, de los teatros del pueblo que tan necesarios fueron durante la Segunda república para combatir las posiciones hegemónicas de las ideologías autoritarias dominantes y el ya reinado de un capitalismo voraz, pero la frase que destaco en negrita sigue chirriándome en boca del poeta y dramaturgo.
Son palabras que llaman la atención, sí, porque el contexto actual ha cambiado. Ya lo decía, en el mismo discurso, el autor: “Yo sé que no tiene razón el que dice: “Ahora mismo, ahora, ahora” con los ojos puestos en las pequeñas fauces de la taquilla, sino el que dice “Mañana, mañana, mañana” y siente llegar la nueva vida que se cierne sobre el mundo.”
Pues bien, desapareció Lorca, dicen que precisamente por actuar, por denunciar situaciones a través de sus historias, pero sobrevivió y creció su utopía. Mañana ha llegado y en gran parte gracias a Internet, hemos cambiado. Todos podemos ser hoy Lorca, quienes dominan las historias siguen siendo quienes dominan el mundo, pero hoy, más cerca del mañana mejor que vaticinaba el poeta, cualquiera en el público puede pasar a ser autor, tener a su vez su público.
Me ha parecido interesante utilizar algunas citas para seguir hablando de la importancia de la cultura, de contar y alimentarnos de historias.
Así, como destacaba Chimamanda Ngozi Adichie: “Las historias han sido empleadas para desposeer y hacer el mal. Pero también han sido utilizadas para empoderar, para humanizar. Las historias pueden romper la dignidad de la gente pero también pueden reparar la dignidad perdida“. También lo comentaba de una forma genial Lisa Cron: “Las historias han sido cruciales en nuestra evolución, más incluso que el pulgar opuesto. El pulgar nos ha permitido agarrar las cosas, las historias nos enseñan qué agarrar”.
Pero no solo son capaces de cambiar el mundo, también pueden hacernos más felices. Somos seres ávidos de significado y todo lo que amamos, todo lo que nos interesa, todo lo que nos mueve parte de una historia más o menos explícita. “Somos, como especie, adictos a las historias. Incluso cuando nuestros cuerpos duermen, decía Jonathan Gottschall en “El animal que cuenta historias”, nuestra mente sueña y nos cuenta historias“.
Todo ello es, en parte, porque despiertan la empatía. Las historias nos igualan, nos ponen en contacto con los demás, nos ofrecen sentirnos menos solos, señalan algo que compartimos, siempre, con el resto de la humanidad. Más en esta era de múltiples voces, de historias diversas en las que cada cual puede alcanzar su público, tener un lugar. Así, decía Spielberg algo que he sentido también dando conferencias, compartiendo con otros mis historias: “Lo más maravilloso es que cada persona que ve una película. no necesariamente una de mis películas, vive una serie de experiencias únicas pero a la vez, a través de una manipulación cuidadosa y buen storytelling, puedes hacer que todos aplaudan a la vez, que rían alegremente a la vez y que tengan miedo a la vez.”
Lo veíamos en los videojuegos como forma de creatividad, es cierto también en el cine, en el teatro, en los libros: las historias nos ofrecen la posibilidad de crear una realidad mejor. Y no solamente a un nivel de escape, pasivo: si no te gusta lo que ves, si no te gusta lo masivo, construye una nueva historia, tu historia y la del público, la comunidad en la que crecerá.
Las historias hacen feliz al que encuentra refugio en escucharlas (hoy leía acerca de una iniciativa para tratar el estrés post-traumático a través del arte, de la pintura, que iba en este sentido), pero también a quien las emite. Decía Francesca Lia Block: “Piensa acerca de la palabra “destroy”. Significa “De-story”. Destroy. Destory. Lo ves y lo restauras. Solamente dos cosas han probado ser de ayuda a las vícttimas del holocausto: Masaje y contar la propia historia. Ser tocado, tocar… Contar tu historia es tocar a los demás, te hace libre.”
Desde las pinturas de Altamira, seguro que antes de ellas, el que cuenta una historia, lo sepa o no, está satisfaciendo una primitiva necesidad de ayudar a los demás, decía Shawn Coyne en The Story Grid….
En fin… que es por todo ello por lo que he considerado necesario dejaros estas citas esta reflexión, por lo que he querido compartir con vosotros/as esta historia. Seamos valientes, todos, buscando, creando nuestras historias, defendiéndonos a través del arma de nuestra diferencia de las historias interesadas con las que nos inundan las comunidades grandes, manipuladas, monopolistas de siempre. Renace la esperanza, por ejemplo, cuando leo que Watpadd sirve, cada vez más, como plataforma de publicación, de emergencia de nuevos y diversos talentos apoyados por nuevas y diversas comunidades. Que sea el público, ahora que ya estamos ya más cerca de mañana, ahora que somos más libres, el que cree las historias que han de salvarnos.
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